PREDIMED

Este es un extracto de la sección sobre PREDIMED en el libro «Manzanas podridas…».

Muchos de nosotros conocemos el famoso estudio PREDIMED (Prevención con Dieta Mediterránea), buque insignia de la medicina preventiva y de salud pública española, que se llevó a cabo durante 6 años (alrededor del 2010) con casi 7800 participantes y que puso a España a la vanguardia de este tipo de estudios. Algunos lo consideran como «el mayor ensayo aleatorizado sobre dieta y salud realizado en Europa».

Las conclusiones del estudio ponían en relieve las bondades de la dieta mediterránea como fuente de salud, especialmente el beneficio del aceite de oliva. En concreto: «El estudio de 2013 descubrió que las personas que consumían dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva tenían un 30 por ciento menos probabilidades de ataque cardíaco, accidente cerebrovascular o muerte por causas cardiovasculares que las asignadas a una dieta baja en grasas; y las que siguieron una dieta mediterránea enriquecida con nueces tuvieron un riesgo un 28 por ciento menor»230.

Científicamente el trabajo tuvo una gran repercusión internacional y desde el punto de vista de la gestión es sin duda un ejemplo a imitar que sacaba a relucir el potencial que tiene la colaboración entre distintas instituciones (en este caso, españolas todas ellas).

En el proyecto participaron cientos de profesionales recopilando datos sobre el terreno, todos ellos piezas fundamentales en los hallazgos, aunque principalmente dos grandes investigadores hicieron la función de líder: Miguel Ángel Martínez-González (doctor en medicina, epidemiólogo, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad de Navarra e investigador en nutrición, según Wikipedia) y Ramón Estruch Riva (doctor en medicina, consultor sénior del Servicio de Medicina Interna del Hospital Clinic (Barcelona) desde el 2002, Profesor Asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona desde 1996, Miembro de Consejo Director del CIBER de Obesidad y Nutrición del Instituto de Salud Carlos III desde el 2006 y miembro del Advisory Board of the ERAB (European Foundation for Alcohol Research) de la Unión Europa desde el 2010 ).

Todo era maravilloso hasta que en el 2013 el estudio se tropezó con las técnicas del anestesiólogo británico John Carlisle —sí, el mismo que publicó el estudio sobre los trabajos de Yoshitaka Fujii (lo vimos en la página 86) afirmando que era prácticamente imposible que los resultados obtenidos por el investigador hubiesen sido obtenidos de los grupos propuestos— detectándose algunas inconsistencias.
El propio Miguel Ángel Martínez-González decidió realizar una auditoria de todos los datos usados para el estudio en la que concluyeron que aproximadamente un 14 % de los participantes no habían sido asignados aleatoriamente a los grupos, lo que implicó que los resultados debían ser reconsiderados.

Numerosos artículos fueron retirados y vueltos a publicar posteriormente una vez realizados nuevos análisis.

La última mención que aparece en la base de datos de Retraction Watch es de la revista The Lancet, que republica el 1 de mayo de 2019 uno de los estudios que se realizaron.

La web de la Harvard T.H. Chan School of Public Health publicó en junio de 2018 un artículo resumen indicando lo que cambiaba y no cambiaba tras los reanálisis realizados. Lo cierto es que, afortunadamente (como usuario de la dieta mediterránea), las conclusiones generales del estudio se siguen manteniendo; se puede seguir afirmando que tanto en el estudio original como en el recalculado, la incidencia de enfermedades cardiovasculares en los grupos con dieta mediterránea era aproximadamente un 30 % más baja que en el grupo de control. Además, la conclusión general permanecía invariable: «En este estudio que involucró a personas con alto riesgo cardiovascular, la incidencia de eventos cardiovasculares mayores fue menor entre las asignadas a una dieta mediterránea complementada con aceite de oliva virgen extra o nueces que entre las asignadas a una dieta reducida en grasas».

He querido traer este caso a colación para subrayar la idea de que no siempre la retirada de un artículo implica que haya habido una intencionalidad manifiesta de defraudar por parte de los autores*. Incluso podemos encontrar autores con varios artículos retirados a sus espaldas sin haber tenido nunca nada que ver con un caso de fraude, sino simplemente por aparecer como coautor de alguien que sí lo ha cometido —bueno, aquí tendríamos que entrar a debatir sobre hasta qué punto un coautor es responsable de un documento en el que ha autorizado que su nombre aparezca y si no debería asegurarse perfectamente de la corrección del artículo que firma antes de ser publicado—. También nos podemos tropezar con artículos retirados no por fraude o prácticas consideradas graves, sino por ciencia descuidada (sloppy science). Algunos autores consideran este como uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la ciencia de nuestros días: el…

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